jueves, 3 de septiembre de 2015

Mi particular OCC du MontBlanc

¡¡Riiiiing!! ¡¡Riiiing!! 03:45 AM, es hora de levantarse. Podría ser un día cualquiera, pero no lo es. Estoy en Chamonix y en tan solo 4 horas y media arranca la OCC del MontBlanc. 

Hoy no es día para hacerse el remolón, así que de un salto me pongo en pie. Empieza todo lo que había estado esperando durante tanto tiempo. 

Me enfundo la ropa de guerrero y trato de comer algo. Es temprano pero mi protocolario vaso de leche con cereales me entra a las mil maravillas. Reviso el material (preparado la noche anterior), me abrigo y salgo a la calle. 

Junto a mí viene mi hermana Macarena, mi primo José Vicente y mi pareja Paula (un equipo incondicional dispuesto a empujarme hasta la meta).  Marchamos hacía la Plaza du Mont Blanc donde tenemos asignado el bus que nos iba a llevar a Orsières (Suiza), punto de partida de la carrera. De camino al autocar, ante nosotros, corredores de la TDS cubren los últimos metros de su hazaña; increíble. 

Subimos al bus. Muchos corredores aprovechan el trayecto hasta Orsières para desayunar. Yo, por el contrario, prefiero aprovechar la hora y media de camino para descansar y dejar la mente en blanco. 

Pasados escasos minutos de las 6:00 AM se encienden las luces del bus; hemos llegado a nuestro destino. Nos desperezamos y bajamos. Es temprano y hace fresco. Nos dirigimos hacía el pabellón que habilitó la organización para los corredores y yo aprovecho para evacuar (la primera pero no la última antes de la carrera). Hacemos tiempo entre risas y bostezos y yo me acabo de preparar todo el material.  

40 minutos antes del inicio de la carrera marchamos hacia la salida (de camino, aprovecho para soltar el último lastre que llevaba conmigo). Una foto, una dosis de ánimos por parte de mi equipo y cada uno a sus puestos.


                                              Foto previa a la salida
 
Trato de colocarme cerca de la salida. No quiero quedarme demasiado atrás, prefiero coger mi ritmo y ser yo quien mande en esta batalla. 

Colocado en mi sitio, miro a mi alrededor. Me acuerdo de todas aquellas personas que me apoyan en cada momento, de los que me acompañan físicamente en esta aventura y de los que me siguen desde la distancia. Prometo no fallarles y saltan mis primeros lagrimones. 

El “speaker” calienta el ambiente y poco a poco nos vamos viniendo arriba. En el rostro de la gente, nervios, euforia, ilusión… Llegó el momento,  son las 8:15 AM y comienza el espectáculo. 

En escasos segundos, cruzo la línea de salida y comenzamos a callejear por Orsières (Suiza). Muchísima gente nos animaba y entre ellos mi equipo de lujo. Me dispuse a avanzar por la derecha a un ritmo cómodo mientras chocaba las manos a todos los niños que habían salido de la escuela para ver la carrera. Que gozada de ambiente. 

                                                    Mis primeros kilómetros de la OCC du MontBlanc
 
La carrera había comenzado y en mi mente retumbaba la idea de disfrutar y darlo todo. 

Tras los primeros kilómetros, dejamos atrás Orsières y nos adentramos en otro núcleo de casas. La gente aplaudía y gritaba a viva voz para animarnos y nosotros, los corredores, les devolvíamos los aplausos como muestra de agradecimiento. Eran momentos de incertidumbre. Durante las próximas horas me iba a encontrar en tierra de todos y de nadie. 

Salimos del pueblo y comienza la primera subida dirección Champex Lac (km 7). Espectacular el paraíso por el que me ha tocado correr. El sol ya aprieta y noto que me sobra ropa, aunque decido esperar al avituallamiento para desprenderme de ella. 

                                                             Subida hacia Champex-Lac (km 7)

Una vez en Champex Lac, bebo agua y me quito la camiseta de manga corta que llevaba como primera capa. Ahora sí que sí. Me siento cómodo y con ganas de correr. 

Abandono el avituallamiento y enfilo una ligera subida. Tras ello, una bajada corredora me llevaría hasta el km 13 aproximadamente. Llegado a este punto, ¡comienza la fiesta! 

Me dispongo a enfrentarme a una de las subidas más duras de la carrera, el ascenso a la Giète. Xino, xano avanzo tirando de palos… En mi barriga, la hormigonera comienza sus labores (vaya retortijones). Todavía me quedaban más de 2km de dura subida y mi cabeza, por momentos, se venía abajo. También mis piernas comenzaban a notar el tute y esto sí me preocupaba de verdad. Era demasiado pronto como para notarme cansado. No me lo podía explicar. A pesar de ello avanzaba a ritmo “constante”. Ya solo pensaba en llegar al avituallamiento, ver a los míos y reponer fuerzas para seguir adelante. 

                                                       Subida a la Giète

De repente, ya estoy arriba. Control de paso y para abajo. Por delante, 7km de bajada técnica (al menos para mí) por senda húmeda y repleta de raíces. Me la tomo con calma, no quiero desgastarme antes de hora. Voy pensando en los alimentos que me voy a encontrar en el avituallamiento. Una correcta asimilación de los mismos va a ser clave para el devenir de mi carrera.

Pero cuando pensaba que ya tenía parte de la faena hecha, la mala suerte se cebó conmigo.  En los últimos metros de la bajada a Trient (km 24), sin saber cómo ni porqué, me fui al suelo. Por momentos creí que mi carrera terminaba aquí, pero rápidamente me puse en pie y, discretamente, trate de hacer como si nada hubiera pasado. 

Una bomba acababa de estallar en contra mía, pero nada iba a ser capaz de detenerme. Las piedras están en el camino para hacer más épica nuestra escalada hacía el éxito y así fue. Triste, pero lleno de rabia y con ganas de revancha llegue a Trient, donde me esperaba toda mi gente. 

                                                    Entrada al avituallamiento en Trient (km 24) 

Durante la entrada al pueblo aprovecho para contarles cómo me ha ido a lo largo de estos primeros 24km de carrera. Me ven decaído y en sus rostros noto cierta preocupación. 

Enfilo el avituallamiento y empiezo a zampar de todo como si de un bufet libre se tratase.  Qué bien me va a venir esto. Es justo lo que necesitaba. Me acerco a Paula y le susurro “reza para que todo lo que estoy comiendo me siente bien”. De lo contrario, lo iba a pasar francamente mal durante el resto de la carrera.

Tras 11’ en el avituallamiento (muchísimo tiempo para cualquiera de los inmortales, pero el justo y necesario para yo venirme arriba), me decido a abandonarlo. Salgo andando a ritmo alegre mientras mi primo trata de transmitirme lo que me queda por delante. Pocos metros después, me despido de ellos y me dispongo a darle duro al segundo ascenso serio de la carrera. 

Mi cuerpo es otro. Por momentos volvía a sentirme con ganas de luchar y llegar a la cumbre más alta. 

La subida a Catogne fue tremenda. Intento coger un ritmo constante tratando de detenerme lo más mínimo (ya había “perdido” bastante tiempo en el avituallamiento anterior) y así es como paso a paso voy sumando kilómetros y desnivel. A la que alzo la vista y… ¡estoy arriba! Inyección de moral y comienza la bajada.

                                                       Ascenso a la Catogne

Avanzo a ritmo cómodo (sin prisa pero sin pausa). Algunos corredores me adelantan como si fuera los últimos metros de la carrera. Yo, prefiero conservar mis piernas (y mis piños) para disfrutar lo que resta de la misma. 

Tras 7km de bajada técnica y al grito de “Vamos Moisés” me planto en Vallorcine. El ambiente era espectacular. Allí me esperaban, de nuevo, mis tres compañeros de viaje. Les sonrío, corro unos metros con ellos y entro en el avituallamiento (km 34).

                                        Ultimos metros de la bajada a Vallorcine (km 34)

Aprovecho para rellenar botellas de agua, comer un plátano y salir. En mi cabeza retumba la idea de sumar kilómetros. Ya sólo queda el último empujón.

                               Salida del avituallamiento de Catogne. Efusivo a más no poder.

Comienzo a trotar por una pista dirección el Col de Montets. Por delante de mí reconozco a un corredor español, concretamente de Girona, con el que había coincidido en algún tramo anterior. Decido cogerlo e ir haciendo camino los dos juntos. Me cuenta que es “veterano” en esto de correr por el MontBlanc. El año anterior completó la CCC (101 km) y hace dos la TDS (119 km), por lo que se conoce bastante bien lo que nos queda por delante. Me aconseja no venirme arriba. Aunque parezca que lo más duro ya lo hemos dejado atrás, todavía restan 2 subidas picantes. 

Los próximos 5 kilómetros iban a hacerse un tanto pesados. Con la ayuda de los palos iba ascendiendo, aunque a menudo tenía que hacer pequeños parones para coger aire e inmediatamente reanudar el camino con más fuerza. Las vistas eran espectaculares. A nuestra izquierda, el MontBlanc ¡oh lala! 

Cada vez me encontraba más cerca de La flégère (nuestro último avituallamiento; a 7km del final de carrera). Esto estaba llegando a su fin y, aunque no os lo creáis, me daba pena pensarlo.

Pasadas las 15:30h del mediodía me planto en la Flégère. La gente animaba sin cesar y yo comenzaba a emocionarme. Ya sólo queda la última bajada.

Aprovecho el avituallamiento para  beber y me lanzo hacia abajo. El sendero dibuja un zig-zag interminable tras el que se esconde Chamonix. Ya lo veo y me imagino cruzando la meta. 

Los últimos kilómetros transcurren por una pista ancha muy corredora. Voy a buen ritmo controlando los corredores que llevo delante y detrás. Disfruto de mis últimas zancadas por el valle que rodea Chamonix y en escasos metros entro al pueblo. 

El personal de la organización (mucho y muy bueno, por cierto) nos indica nuestro camino durante la entrada a Chamonix. De repente reconozco el pabellón donde el día anterior recogí el dorsal,  así que, ya se lo que me queda hasta meta. La gente se atrinchera sobre las vallas y nos aplaude efusivamente. De tanto en tanto se escucha desde las vallas: “vamos campeón”, “ya lo tienes hecho”, mientras que los anfitriones animan con su característico “ale, ale, ale”. Me está dando un subidón…

Enfilo la Rue Joseph. La gente abarrota las terrazas y los aplausos se escuchan por todos los lados.  Mi primo Jose Vicente me acompaña corriendo algunos metros antes de mi entrada a meta. Más adelante, mi hermana y fotógrafa personal no para de captar instantáneas únicas que guardaré para siempre.

Ya solo me quedan 100 metros y allí está Paula. La veo, la escucho y me acerco a ella. Nos cogemos de la mano con fuerza y le digo que lo he conseguido. Acto seguido me dispongo a cruzar la ansiosa meta, esa por la que tanto he luchado, sufrido y disfrutado.

                          Encuentro con Paula en los últimos metros antes de la cruzar la meta

Ya os imagináis lo que pudo pasar por mi cabeza en esos momentos… un popurrí de emociones saltaron a la vista y dejaron prever que todo es posible si los sueños se traducen en actos.




Al final de cuentas: 08h 20’ 36'', entrando en meta en el puesto 166 de más de 1200 corredores. Aunque lo cierto es que el tiempo y la posición en la clasificación importan más bien poco cuando sabes que el camino ha sido duro y aun así has sido capaz de disfrutarlo. 

PD: Gracias a todas aquellas personas que han hecho posible esta aventura. Mi triunfo es el vuestro.